Bienvenido al cuento de hadas por Serafín Martinez 2004
Bienvenido al cuento de hadas
Juliana Silva Diaz estudia Artes Plásticas en la Universidad Nacional y está en una pasantía en Canadá. Inquieta, también desde el punto de vista artístico, participó en la muestra regional para el Salón Nacional de Artes plásticas y fue seleccionada con un trabajo en la cual explora una propuesta kitsch sobre el matrimonio para hacer visible la impostura de sus rituales y materializar en azúcar la precariedad de sus sueños.
Serafín MARTINEZ G.
Juliana aborda el tema mediante el recurso de una narrativa, en la cual va desglosando una especie de parodia de cuento de hadas: es decir, ese imaginario pequeño-burgués del matrimonio que se viste de blanco y etiqueta en un alarde de elegancia, mediante la cual trata de acomodarse a los clichés que le llegan por el lado de las revistas de peluquería o de las recomendaciones de una modista aldeana.
Es obvio que incluye la ilusión naif del príncipe azul y del paraíso encantado del hogar, que se incluye en la infaltable agenda de los sueños matrimoniales.
El blanco vaporoso del vestido refuerza esta simbología y la apropiación de la técnica del pastillaje complementa la propuesta kitsch de las escenas. El material de azúcar hace deleznable el tiempo y almibaradas las figuras y sugestiona el sentido dulzón del melodrama que se escenifica como el sueño de una felicidad que ya está a las puertas de la nueva vida.
Es así como se realiza un proceso imitativo, en el cual la escena mimética ancla sus referencias sociales en una realidad prefabricada por los clichés, y de esa textura de la simbología pequeño-burguesa extrae el sentido kitsch que invade la propuesta con un subrepticio clima de ironía y de corrosión crítica bien lograda en la forma de su representación azucarada.
Así se hace evidente una de las características que Hermann Broch ha desglosado en sus Notas sobre el problema kitsch como una situación mediante la cual se desplazan las cosas hacia un territorio extraño y, un sistema –el pastillaje en este caso-, se reapropia del sentido metonímico de un ritual con el que obviamente, comparte relaciones de contigüidad social.
Es así como se traza la narrativa de ese mundo social de la impostura, para desencantar sus elegancias de almidón y el carácter adventicio de sus ceremonias. Un movimiento narrativo que se enfatiza con una pose, digamos fotográfica, en la cual los novios y su comitiva se encuentran en un acomodo envarado, en el ritual postizo de una elegancia que no es la suya. No obstante, lo verdaderamente pugnaz es la impúdica exhibición de la lechona que se destaca en el primer plano, con su color marrón, bien dispuesta, horneada con toda la guarnición de sus rellenos. Es esta disposición del cerdo en el mismo espacio de la solemnidad, lo que rompe el decoro social y se impone como un signo de la parodia que desmonta la severidad de este ritual.
Como se sabe el decoro es una categoría de la estética clásica que las amas de casa han reducido al sentido liviano de esa conducta descuidada de las niñas que no se portan “bien”, digamos al sentarse con circunspección. Ese el precisamente, un adelgazamiento pequeño-burgués de una categoría que, en la cultura clásica; es decir la condición necesaria para la preservación del modo de ser establecido en la naturaleza y según el cual las cosas ya tienen su lugar y su jerarquía en el ordenamiento universal. Para el clásico el orden natural manda y dispone.
Romper ese orden y es disposición conduce a la pérdida del decoro y esa es la más fuerte expresión de la anarquía y del sentido del mal, lo que permite el advenimiento de lo monstruoso, o la representación de la comedia que desata la risa por la aviesa dislocación del orden de las cosas.
Broch ha señalado también, que todos los periodos en los que los valores sufren un proceso de disgregación son precisamente los más fértiles para la expresión del kitsch.
Es entonces en ese trasfondo social de cambio y de disolución, que Juliana re-actualiza esta categoría del decoro para ponerla al servicio de la crítica, del desenmascaramiento de las imposturas sociales en las que frecuentemente se cae cuando se trata de realizar estos actos solemnes de los ritos de paso: los matrimonios, las primeras comuniones, los quince años, todas estas ceremonias en las que no se tiene la solvencia social y lo que resulta entonces es la parodia, el remedo distante de la elegancia, el vals de pies torpes y de cuerpos envarados que carecen de mundo y de la fina soltura para cimbrar el cuerpo en una venía de profunda elegancia.
Finalmente, cabe anotar que la propuesta de Juliana explora, experimenta, tantea, en la búsqueda de una expresión que consolida la mirada acre sobre estos cuadros sociales, que dispuestos en un movimiento narrativo, tienden a la definición de una postura de desencanto, la visión fortuita y pasajera de este mundo de azúcar que no resiste mucho tiempo en la realidad y pronto inicia su inevitable proceso de desintegración, de pérdida de forma.
Plantea así con este material del pastillaje, la deleznable forma del sueño pequeño- burgués del matrimonio feliz y del paraíso del hogar que pronto será ese espacio de prohibiciones aburridas; ese hosco lugar en donde lo único que se hace evidente “es que es más terrible la soledad de dos que la de uno solo”, para decirlo a la manera de Nietzsche.
Bucaramanga, Febrero de 2004.
*Publicado en el periódico Cátedra Libre de la Universidad Industrial de Santander – UIS
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