Juliana Silva y la manada del unicornio por Germán Toloza 2012
JULIANA SILVA Y LA MANADA DEL UNICORNIO DORADO
Por Germán Toloza, Artista plástico, Docente planta UIS.
Juliana Silva es Maestra en Artes Plásticas de la Universidad Nacional de Colombia en Bogotá, hizo intercambio académico con la Universidad de Concordia en Canadá, donde pudo potencializar más su visión interactiva y ampliada de la pintura con el espacio arquitectónico y con los objetos, cualidad en la cual radica uno de los rasgos fundamentales de su propuesta artística, pues define la forma y presentación de sus obras y da piso al enfoque conceptual que desarrolla en cada uno de sus temas, al plantear un diálogo directo con el observador integrándolo e invitándole desde la seducción y la crítica.
Aunque su lugar de nacimiento es Bucaramanga, su vida se ha perfilado intimamente ligada a la Mesa de los Santos, población situada a cuarenta y cinco minutos de la ciudad, y se caracteriza por ser evocación ancestral de los indígenas Guanes gracias a la existencia de cuevas con pictogramas que relacionan representaciones sobre la vida y el universo de ésta cultura, y por ofrecer una especial atmósfera de espiritualidad por su luz y la grandeza que comparte con el Cañón del Chicamocha. Sabemos como el paisaje traza rasgos indelebles en la forma como se exteriorizan los elementos expresivos, en la reiteración dinámica entre contemplación y poética.
El escenario conceptual en la obra de Juliana se estructura desde varios planos, por un lado aborda la belleza desde la apariencia que sirve de anzuelo a la mirada y que se da en la inmediatez de la pintura y los objetos donde la fuerza de la textura visual, la inusual detonación del color y la afección espacial, juegan un papel importante.
Por otro lado están las asociaciones que permite su estrategia de apropiación de códigos de encantamiento que circulan en ciertos contextos sociales, tanto en la tradición como en la actualidad, códigos contenidos en productos estéticos y roles para seducir y ser seducido entre la apariencia, la simulación y la validación, y por supuesto el grado de manipulación que estas conductas de poder ejercen en los ritos de relación desde un sesgo capitalista, en la ecuación mercancía, gesto, seducción, consumo y legitimación.
Y, en un plano profundo de la conciencia, se mueven palpitaciones atemporales que han estado en todas las civilizaciones, y tienen que ver con pulsiones de transformación y purificación, fuerza y sanación, pulso entre realidad y fantasía, tensión entre materialismo y espiritualidad, (serpiente, unicornio, flor, gusano, leopardo…).
En la obra Campo de Verano, Juliana dispone sobre el principal muro de la galería, la imagen de un grupo de atípicos unicornios de colores salmón y dorado, incluso con hibridación de cebra, con material de charol y con esténciles, a mi manera de ver, como haciendo eco de los antílopes y bisontes en las cuevas de Altamira y de Lascaux, incluso, y por qué no, puedo hacer analogía con el acto mágico del cazador: se dibuja o se representa lo que se desea, si se quiere sobrevivir. En ésta intervención pictórica, realizada con un gran sentido de belleza en lo encantador del color, la agilidad y misterio de este animal inmaterial, Juliana parece aludir a esa promesa de felicidad que nos hacemos, esa reverberación del instante que nos rescata del plano terrenal y del dolor; en la edad media el virginal unicornio purificaba el agua de los ríos y consumir su cuerno inmunizaba contra el veneno y la enfermedad, en el mundo contemporáneo quizás purifique más que eso, la pesada carga de ser reales y no fantásticos ni virtuales, el unicornio-cebra, color salmón y dorado es para Juliana la gran ilusión de ser felices (gracia, vivacidad, compañía, levedad, dignidad, transformación…), la finita pero insistente utopía.
En el tríptico LeopardoTigre se hibridan patrones de pieles de animales como el leopardo y el tigre, junto a patrones decorativos con flores o arabescos, una inusual combinación de colores vibrantes que al mismo tiempo parecen atrapar y rechazar, pues seducen pero desafían las armonías y reglas del “buen” gusto burgués; en el políptico Wallpaper diversos patrones decorativos convergen con abigarramiento obsesivo, en un espacio pictórico fragmentado pero acoplado, que incluye la expansión por la pared, estructurando un paisaje barroco en el cual los elementos que regularmente llevan el motivo y el tema al orden del diseño, aquí convocan el caos, como sustratos de una Multiculturalidad y de tiempos cuyo punto de encuentro común es el decorar un paraiso para habitar mejor.
En la pintura Gusanos psicodélicos los patrones decorativos parecen sufrir una mala pasada, un fondo negro hace relucir verdes y blancas formas de lo que parecen ser tipos de gusanos abstraídos y, en primerísimo plano, convulsiona lo que leo entre serpiente y lombriz gigante, de alguna forma la ley que rige el diseño y su función decorativa, sugestiva y seductora, se ve asaltada para la mirada.
En la obra escultórica Un momento de felicidad y el resto de lo mismo, que se construye a partir de la forma de una flor cuyos pétalos son zapaticos de mujer hechas en porcelana finamente decorada, la idea se construye desde el mismo flujo conceptual que da el material y desde el símbolo en la cultura, desde el material porque éste constituye una alusión al elemento excelso y exclusivo en el gusto y la delicadeza, en su potencial deseo de posesión y fragilidad y por otra parte, el zapato femenino implica, en el relato de Cenicienta, simbología en torno a la feminidad aceptada por el príncipe, un código que se completa en su abandono en la sala de baile que dirige a una identidad para ser buscada y aceptada, promesa de una felicidad amenazada. En ésta pieza se evidencia más la importancia de los títulos, que se plantean como una entrada desde la ironía.
Finalmente, en la obra Rutinas para ser perfecta la artista toma distancia de las estrategias formales abordadas en las demás obras, y cierra el círculo temático planteado en la muestra desde una perspectiva orgánica que revela su versatilidad de lenguaje, en un stop-motion hecho a partir de acuarelas, proyecta imágenes de posturas corporales femeninas, desde un escorzo que explicita el sexo a la manera de Gustave Courbet en El Origen del mundo, aludiendo en su movimiento a las rutinas de ejercicio, pero generando una lectura irónica desde las palabras que acompañan, roasted chicken, la mariposa, la caída, correspondientes a rutinas corporales. El tono crítico sobre la obsesión por ponerse bella para ser aceptada desde casi un auto castigo morboso, se ve planteado en este trabajo.
En general la maestra Juliana Silva aborda conceptos en torno a un mundo de lujo, sofisticación, apariencia y seducción. Las superficies de sus pinturas se solucionan con mezclas de patrones, texturas y colores traídos de la moda, el diseño y en general de escenarios donde se manejan códigos de un modo de vida basado en la estetización, la seducción y una felicidad aferrada a la apariencia. Evocación de una civilización fluctuante entre la transitoriedad de una realización en una felicidad express excitada y el necesario y garante retorno al hastío.
Todas las obras juegan con la apropiación y el entronque de elementos que construye la cultura contemporánea para la seducción y la felicidad en la banalidad, quizás con dosis de ironía, pero sin definir puntos de vista desde la moralidad o el juzgamiento.
Bucaramanga, septiembre 17 de 2012
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